El sentido del sufrimiento – Cantalamessa

El sufrimiento no puede ser algo absurdo si Cristo, que es Dios, decidió experimentarlo, aseguró este Viernes Santo el predicador del papa durante la celebración de la Pasión del Señor.

«En el fondo del cáliz debe haber una perla», y esta perla es la resurrección, afirmó el padre Raniero Cantalamessa, ofmcap., durante la homilía que pronunció ante Benedicto XVI y los fieles que llenaban la Basílica de San Pedro .

«Hay una verdad que proclamar fuertemente el Viernes Santo. Aquel a quien contemplamos en la cruz es Dios ‘en persona'», afirmó el predicador

«Hasta que no se reconozca y no se tome en serio el dogma de fe fundamental de los cristianos –el primero definido dogmáticamente en el Concilio de Nicea– que Jesucristo es el Hijo de Dios, es Dios mismo, de la misma sustancia que el Padre, el dolor humano quedará sin respuesta», reconoció el fraile capuchino.

«No se puede decir que ‘la pregunta de Job todavía permanece sin respuesta’, o que tampoco la fe cristiana tiene una respuesta que dar al dolor humano, si de entrada se rechaza la respuesta que ésta dice tener», añadió.

«¿Cómo se hace para demostrar a alguien que una cierta bebida no contiene veneno?», se preguntó el padre Cantalamessa. «¡Se bebe de ella antes que él, delante de él! Así ha hecho Dios con los hombres. Él bebió el cáliz amargo de la pasión. No puede estar por tanto envenenado el dolor humano, no puede ser sólo negatividad, pérdida, absurdo, si Dios mismo ha decidido saborearlo».

Por eso, «en el fondo del cáliz debe haber una perla», añadió. «El nombre de la perla lo conocemos: ¡resurrección!».

En medio del recogimiento propio del Viernes Santo, el predicador explicó que la cruz «no es el ‘no’ de Dios al mundo, sino su ‘sí’ de amor». Por la cruz, el mal ha sido «eliminado, vencido».

«La respuesta de la cruz no es sólo para nosotros los cristianos, es para todos, porque el Hijo de Dios murió por todos», precisó.

Y puso el ejemplo de los mártires, quienes «bebieron el cáliz» después de Jesús. «No podemos pasar en silencio su testimonio», dijo, citando entre los «testigos modernos de la fe» a los monjes de Tibhirine, asesinados en 1996, y más recientemente el ministro paquistaní Shahbaz Bhatti «asesinado por su fe el mes pasado», quien quería vivir y morir por Cristo, como el mártir Ignacio de Antioquía.

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Perdonar, perdonar, perdonar… otra vez?

Cuántas personas te han enseñado a cómo perdonar setenta veces, siete veces? Esas son las que repetidamente – a veces setenta veces  en un día! – te dan oportunidades para practicar el perdón.

Este método de aprender la lección del pasaje del Evangelio de hoy NO es divertido. ¡Pero hay una razón por la que Dios lo permite!: Ellos necesitan este gesto de misericordia más que los demás. Y en su gran preocupación de Dios, por ellos, él los pone en NUESTROS caminos. ¡Caramba! gracias Dios, pero ¿no podrías haber escogido a otra persona?

Tales personas están en una necesidad desesperante de amor; ellos (los que nos ofenden) han recibido menos de AMOR que nosotros, y por eso ellos se comportan tan mal. En muchos casos, ellos NUNCA han recibido el verdadero amor; su única experiencia de tal «amor» es realmente la co-dependencia o el control o el condicionamiento.

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Las dos caras del amor

P. Raniero Cantalamessa
Primera predicación de Cuaresma

LAS DOS CARAS DEL AMOR: EL EROS Y EL ÁGAPE

1. Las dos caras del amor

Con las predicaciones de esta Cuaresma quisiera seguir en el esfuerzo, comenzado en Adviento, de llevar una pequeña contribución de cara a la reevangelización del occidente secularizado, que constituye en este momento la preocupación principal de toda la Iglesia y en particular del Santo Padre Benedicto XVI.

Hay un ámbito en el que la secularización actúa de modo particularmente difundido y nefasto, y es el ámbito del amor. La secularización del amor consiste en separar el amor humano, en todas sus formas, de Dios, reduciéndolo a algo puramente «profano», donde Dios está «de más» e incluso molesta.

Pero el tema del amor no es importante solo para la evangelización, es decir, en la relación con el mundo; lo es también, y ante todo, para la vida interna de la Iglesia, para la santificación de sus miembros. Es la perspectiva en la que se coloca la encíclica Deus caritas est del Santo Padre Benedicto XVI y en la que nos colocamos también nosotros en estas reflexiones.

El amor sufre una nefasta separación, no sólo en la mentalidad del mundo secularizado, sino también en el lado opuesto, entre los creyentes y en particular entre las almas consagradas. Simplificando al máximo, podríamos formular así la situación: en el mundo encontramos un eros sin agape; entre los creyentes encontramos a menudo un agape sin eros.

El eros sin agape es un amor romántico, muy a menudo pasional, hasta la violencia. Un amor de conquista que reduce fatalmente el otro a objeto del propio placer e ignora toda dimensión de sacrificio, de fidelidad y de donación de sí. No es necesario insistir en la descripción de este amor porque se trata de una realidad que tenemos a diario ante los ojos, de la que se hace propaganda martilleante por parte de novelas, películas, series televisivas, internet, revistas llamadas «rosa». Es lo que el lenguaje común entiende, actualmente, con la palabra «amor».

Más útil para nosotros es comprender qué se entiende por agape sin eros. En música existe una distinción que nos puede ayudar a hacernos una idea: la que existe entre el jazz caliente y el jazz frío. Leí en alguna parte esta caracterización de los dos géneros, aunque no es la única posible. El jazz caliente (hot) es el jazz apasionado, ardiente, expresivo, hecho de impulsos, de sentimientos, y por tanto de cabriolas e improvisaciones originales. El jazz frío (cool) es el que se hace cuando se pasa al profesionalismo: los sentimientos se vuelven repetitivos, la inspiración se sustituye por la técnica, la espontaneidad por el virtuosismo.

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Superstición – Líbranos del mal

Éste es el segundo artículo de la serie «Líbranos del mal» que estamos publicando en nuestra página.

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Hay revistas juveniles con mucho contenido mágico, esotérico y supersticioso. Por ejemplo, en la revista mensual de Disney, Witch (bruja), de abril del 2001, se dice a las adolescentes nacidas bajo el signo de capricornio: el animal que te traerá suerte es la cabra. Pon una foto suya en tu mochila y te sentirás decidida e inamovible como ella. Para aries: éste es el mes ideal para las magias de amor; el día trece escribe en un papelito rojo el nombre del chico que te gusta. Dale tiempo y la situación mejorará… En números siguientes, habla de que para solucionar sus problemas, deben beber infusiones de menta, poner granos de arroz en contenedores de cristal, exponer dijes a los rayos del sol, tener hojas de abedul debajo de la almohada y una pizca de artemisa dentro de los zapatos. En el cuarto número de Witch, de junio del 2001, ofrecieron como obsequio a sus lectoras una gargantilla talismán.

Estas supersticiones se suman a otras que cree mucha gente. Dicen que los gatos negros dan mala suerte o el pasar por debajo de una escalera o romper un espejo. Aseguran que el número trece o martes trece resultan fatales. No se debe dejar una cartera en el suelo ni menos regar la sal. La noche del 31 de diciembre hay que llevar ropas íntimas amarillas y comer doce uvas al toque de las doce campanadas de medianoche para tener suerte durante el nuevo año, y salir a la calle a dar una vuelta con una maleta, para poder tener buenos viajes.

Algunos creen que tocar madera o hierro protege de la mala suerte, cuando se habla de algo peligroso o pasa un funeral o mientras se oye el sonido de la sirena… No faltan quienes creen que poner detrás de la puerta una mata de sábila o una herradura, protege del mal. Algunos dicen que el trébol de cuatro hojas aleja todas las desgracias. Y no faltan quienes creen que con sólo repetir ciertas oraciones un número determinado de veces, se van a cumplir nuestros deseos. O escribiendo las famosas cadenas de san Judas Tadeo o de otros santos, que son copiadas 80 veces y dejadas en iglesias diferentes; pues, de otro modo, pueden sucederle desgracias.

Algunos piden agua bendita de siete iglesias para que tenga más efecto. En algunos lugares, tienen la costumbre supersticiosa de tener una planta llamada planta mágica o planta de la felicidad. Deben regarla una vez al día, expresando un deseo y pronunciando una palabra particular y creen que todo se cumplirá. Tampoco faltan quienes consiguen de los magos velas o incienso o hierbas para la suerte. Los mismos magos tienen imágenes en sus consultorios o rezan algunas oraciones, para dar tranquilidad a los clientes y hacer más eficaces sus ritos anticristianos.

Hay muchos incautos, que leen los horóscopos en el periódico o en las revistas, como si fueran infalibles. Muchos los consultan como una guía práctica para sus vidas para ver si les irá bien en tal negocio o en la elección de pareja o para decidir sobre cualquier problema personal, en vez de confiar en Dios y en su providencia personal. Hay quienes planifican sus hijos para que nazcan bajo tal o cual signo del zodíaco, que le dará mejor suerte, como si el destino de cada uno estuviera escrito en las estrellas.

Estos fervorosos seguidores de los horóscopos, no se dan cuenta de que la creencia de que el Universo está rodeado de doce constelaciones, que dan origen a los doce signos del zodíaco, hace tiempo que se conoce como errónea, pues la ciencia moderna ha descubierto que no son doce las constelaciones sino catorce, lo que hace que todos los horóscopos, basados en los doce signos del zodíaco sean equivocados.

Además, el acudir a los astros para conocer el futuro está prohibido por Dios, que nos dice en su Palabra: Estás cansado de consultar. Que se presenten y te salven los que describen los cielos, los que observan las estrellas y te hacen saber cada mes lo que te sucederá. Son briznas de paja que ha consumido el fuego, no podrán salvar sus vidas del poder de las llamas…, y no habrá quien te salve (Is 47, 13-15).

La Iglesia nos dice que la superstición: representa en cierta manera una perversión, por exceso, de la religión (Cat 2110).

Ecumenismo – Benedicto XVI

Discurso al Consejo Pontificio para la Unidad de los Cristianos

El diálogo ecuménico no tiene los objetivos «políticos» de llegar a «compromisos aceptables» entre las diversas confesiones cristianas, sino «la unidad en la verdad», asegura Benedicto XVI.

Así lo afirmó este jueves en el discurso que dirigió a los participantes en la Asamblea Plenaria del Consejo Pontificio para la Unidad de los Cristianos, que celebra sus cincuenta años de vida, en el que recordó que la unidad no la «hacemos nosotros», la «hace» Dios.

«Aun en presencia de nuevas situaciones problemáticas o de puntos difíciles para el diálogo, la meta del camino ecuménico sigue inmutable, como también el firme empeño en perseguirla», aseguró el Santo Padre.

«No se trata, sin embargo, de un empeño según categorías, por así decirlo, políticas, en las que entran en juego la capacidad de negociar o la mayor capacidad de encontrar compromisos, por lo que se podría esperar, como buenos mediadores, que tras un cierto tiempo se llegue a acuerdos aceptables para todos».

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