El Bautismo en el Espíritu Santo

Por Mons. Vincent Walsh

El Bautismo del Espíritu es un término nuevo para la mayoría de los Católicos. La frase escapa a la definición y a la descripción, aún para los Católicos involucrados en la Renovación Carismática. De hecho, es sumamente crítico que haya un entendimiento correcto del bautismo del Espíritu y de la realidad que esto significa para el verdadero desarrollo de la Renovación Carismática y para el derrame completo del Espíritu de Dios.

Concurrente con este debate sobre el término están sucediendo casos definidos muchas personas han recibido en la actualidad esta profunda experiencia personal de Jesucristo que significa el Bautismo del Espíritu y gozan de un poder nuevo para vencer la esclavitud de pecado . Mucho más aún. Dios ha provisto ciertos medios para que la gente llegue a tener esta experiencia y a llevar una vida cristiana más profunda.

El Bautismo de Espíritu representa un poder, dado por Cristo a Su Iglesia, el cual por muchos siglos había dejado de ser parte de la predicación diaria y de la fe de la Iglesia, pero el cual siempre ha sido parte de la ascética y mística de la Iglesia. En cierta forma, el término representa una recuperación de la teología del Bautismo sacramental, el cual prevalecía en la Iglesia primitiva. Ahora, a través de un entendimiento del Bautismo del Espíritu este poder ha sido descubierto y liberado a muchos.

Una cuestión sumamente crítica que concierne al Bautismo del Espíritu es la relación de esta experiencia con los ricos básicos de iniciación de la Iglesia. Si esta experiencia de oración es parte de la iniciación cristiana –el equipar básicamente al cristiano para vivir una vida completa en Cristo– entonces el cuidado pastoral de la Iglesia tiene que ser dirigido a lograr que cada cristiano acepte a Jesús como su Señor personal y para que experimente el toque divino del Bautismo del Espíritu.

En esta sección explica, doctrinal y prácticamente, lo que está sucediendo en el corazón de la Renovación Carismática y lo que está causando este cuidado pastoral en la Iglesia.

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El bautismo en el Espíritu Santo transforma la vida sacerdotal

Raniero Cantalamessa: El Bautismo en el Esp. Santo cambió radicalmente la manera de vivir su sacerdocio

Es capuchino y predicador de la casa Pontificia desde hace casi 30 años. Explica lo que motivó esa transformación en su vida.

Un hecho extraordinario

«Mi historia personal con el Señor empezó muy temprano. Fui bautizado a los pocos días después de mi nacimiento; pero esto no era todavía un encuentro personal. Mi primer encuentro personal fue a los trece años. Yo estaba en un Colegio de Capuchinos. No sabía todavía lo que iba a hacer en mi vida, cuando tuvimos un primer retiro y escuché por primera vez las grandes verdades de nuestra fe: el amor de Dios, la vida eterna, el infierno… Recuerdo muy bien la impresión que me dio la meditación sobre el infierno; me hizo entender que la vida es algo muy serio, una aventura muy seria. Y escuchando estas verdades, exponiéndome por primera vez a la luz del Evangelio, percibí inmediatamente mi vocación, me sentí llamado por el Señor a hacerme sacerdote franciscano. El ser franciscano era secundario en aquel momento; lo que era primordial era que yo dedicaba mi vida al Señor Jesús.

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Itinerario de Cuaresma – Benedicto XVI

Queridos hermanos y hermanas,

Hoy, marcados por el austero símbolo de las Cenizas, entramos en el Tiempo de Cuaresma, iniciando un itinerario espiritual que nos prepara a celebrar dignamente los misterios pascuales. La ceniza bendecida impuesta sobre nuestra cabeza es un signo que nos recuerda nuestra condición de criaturas, nos invita a la penitencia y a intensificar el empeño de conversión para seguir cada vez más al Señor.

La Cuaresma es un camino, es acompañar a Jesús que sube a Jerusalén, lugar del cumplimiento de su misterio de pasión, muerte y resurrección; nos recuerda que la vida cristiana es un «camino» que recorrer, que consiste no tanto en una ley que observar, sino la persona misma de Cristo, a la que hay que encontrar, acoger, seguir. Jesús, de hecho, nos dice: «El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz cada día y me siga» (Lc 9,23). Es decir, nos dice que para llegar con Él a la luz y a la alegría de la resurrección, a la victoria de la vida, del amor, del bien. También nosotros debemos tomar la cruz de cada día, como nos exhorta una bella página de la Imitación de Cristo: «Carga con tu cruz y sigue a Jesús; así irás hacia la vida eterna. Él fue delante, llevando su propia cruz y murió por ti en la cruz para que tú lleves tu propia cruz y estés dispuesto a morir en ella. Porque si mueres con Él con Él igualmente vivirás. Y si eres su socio en la pena también lo serás en el triunfo» (L. 2, c. 12, n. 2). En la Santa Misa del Primer Domingo de Cuaresma rezaremos: Oh Dios nuestro Padre, con la celebración de esta Cuaresma, signo sacramental de nuestra conversión, concede a tus fieles crecer en el conocimiento del misterio de Cristo y de dar testimonio de él con una digna conducta de vida» (Colecta). Es una invocación que dirigimos a Dios porque sabemos que sólo Él puede convertir nuestro corazón. Y es sobre todo en la Liturgia, en la participación en los santos misterios, donde somos llevados a recorrer este camino con el Señor; es un ponernos a la escuela de Jesús, recorrer los acontecimientos que nos han traído la salvación, pero no como una simple conmemoración, un recuerdo de hechos pasados. En las acciones litúrgicas, Cristo se hace presente a través de la obra del Espíritu Santo, esos acontecimientos salvíficos se vuelven actuales. Hay una palabra-clave a la que se recurre a menudo en la Liturgia para indicar esto: la palabra «hoy»; y esta debe entenderse en el sentido original, no metafórico. Hoy Dios revela su ley y nos da a elegir hoy entre el bien y el mal, entre la vida y la muerte (cfr. Dt 30,19); hoy «el Reino de Dios está cerca. Convertíos y creed en el Evangelio» (Mc 1,15);hoy Cristo ha muerto en el Calvario y ha resucitado de entre los muertos; ha subido al cielo y se ha sentado a la derecha del Padre; hoy se nos da el Espíritu Santo; hoy es el tiempo favorable. Participar en la Liturgia significa entonces sumergir la propia vida en el misterio de Cristo, en su presencia permanente, recorrer un camino en el que entramos en su muerte y resurrección para tener la vida.

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