Once frutos de la oración por los enfermos

Cuando se menciona hoy el ministerio de curación corporal como elemento valioso e integral de la pastoral se ponen los gritos en el cielo.

Por experiencia personal sé que si uno trabaja pastoralmente en este campo se expone a incomprensiones, críticas y burlas. Pero tengo que afirmar también que este ministerio le acerca a uno a sus hermanos de una manera especial y es fuente de compensaciones insospechadas. Lo único que lamento es haber descubierto tan tarde la importancia y la riqueza de este ministerio al que Jesús dedicó tanto tiempo y con tanto amor. Muchas de las prevenciones que se tienen contra este ministerio se deben a falta de buena información.

Se tiene, por ejemplo, la idea errónea de que curación y milagro son casi sinónimos. Por eso llaman milagreros a quienes ejercen este ministerio. Sin embargo, se trata de cosas muy distintas, pues aunque una curación pueda ser milagrosa, esto será la excepción. San Pablo distingue en la enumeración que hace de los carismas entre curaciones y milagros (1 Cor 12,9). La misma distinción encontramos en Hechos 4,30.

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