Muchas veces confundimos la finalidad que debe tener un grupo de oración y queremos hacerlo a nuestro propio gusto. Cuando así lo hacemos, vamos desvirtuando la razón de ser de dicho grupo y este pierde su vitalidad y su fuerza.
Uno de los motivos que crean confusión es el mezclar erróneamente la oración personal, con la oración comunitaria, queriendo hacer de la reunión semanal de oración comunitaria, un tiempo para hacer oración personal. Esto sucede cuando nuestra oración personal es inexistente o se encuentra en vías de extinción. Al no llenarnos de Dios en nuestro tiempo de devoción personal queremos reemplazarlo en la oración comunitaria y al no llenarnos de Dios como esperábamos, nos frustramos y le echamos la culpa de nuestra negligencia espiritual al grupo de oración.
Queridos hermanos la oración personal es eso precisamente «Personal» y es por lo tanto «indelegable». Otros pueden interceder por ti, pero nadie puede orar en tu lugar.
En la oración personal, Dios nos sana, nos limpia, nos da vida, nos da dirección a través de su palabra, y eso sólo puede hacerlo el Señor con su gracia mediante el poder del Espíritu Santo en tu oración personal.
Cuando venimos luego al grupo de oración semanal, trabajamos en el, volcando todo lo que el Señor nos ha regalado en nuestro encuentros personales, compartiéndolo con los demás hermanos del grupo.
La Palabra de Dios nos enseña en 1 Cor. 14,26 «En resumen, cuando se reúnan, cada cual puede tener un salmo, una instrucción, una revelación, un discurso en lengua, una interpretación; pero que todo sea para edificación mutua.»
El grupo de oración no es un lugar donde venimos pasivamente a tratar de sobrevivir espiritualmente con lo que el Señor les da otros hermanos. Por el contrario es un lugar donde venimos activamente a edificarnos mutuamente, con todos los materiales espirituales que hemos recibido en nuestros encuentros personales con el Señor Jesús.