Benedicto XVI animó hoy a invocar una renovada efusión del Espíritu Santo para toda la Iglesia, a fin de que el mensaje de salvación sea anunciado a todos.
Después de recordar el descenso del Espíritu Santo sobre los apóstoles reunidos en el Cenáculo junto a la Virgen, afirmó que “en esta fiesta de Pentecostés, también nosotros queremos estar espiritualmente unidos a la Madre de Cristo y de la Iglesia invocando con fe una renovada efusión del divino Paráclito”.
“La invocamos para toda la Iglesia, en particular, en este Año Sacerdotal, para todos los ministros del Evangelio, para que el mensaje de salvación sea anunciado a todas las gentes”, añadió.
Y pidió rezar en concreto “para que sus miembros, fortalecidos con la gracia del Espíritu Santo, sientan cada día más la alegría de pertenecer a la gran familia de los discípulos de Cristo y, con fe viva, esperanza firme y ardiente caridad, den testimonio en el mundo del Evangelio de la salvación”.
El Papa se refirió al misterio de Pentecostés como a un “verdadero ‘bautismo’ de la Iglesia”, recordando aquella “manifestación de la potencia del Espíritu Santo, el cual -como viento y como fuego- descendió sobre los Apóstoles reunidos en el Cenáculo y les hizo capaces de predicar con valentía el Evangelio a todas las gentes”.
Y aseguró que la Iglesia “vive constantemente de la efusión del Espíritu Santo, sin el cual agotaría sus propias fuerzas, como una barca de vela a la que le faltara el viento”.
“Pentecostés se renueva de manera particular en algunos momentos fuertes, tanto en el ámbito local como en el universal, tanto en pequeñas asambleas como en grandes convocatorias”, explicó.
Y citó los ejemplos de los concilios y el encuentro de los movimientos eclesiales con Juan Pablo II en la Plaza de San Pedro en Pentecostés del 1998.
“Pero la Iglesia experimenta innumerables “pentecostés” que vivifican las comunidades locales”, añadió.
“No hay por tanto Iglesia sin Pentecostés -declaró-. Y querría añadir: no hay Pentecostés sin la Virgen María”.